¿Qué le ocurre a “Canciones de amor a quemarropa”?

3. abr. 2015 | lecturas | 0 comments

Hay algo en este libro que se me escapa, aunque yo preferiría que esto no fuera así. Es un buen libro. Está bien escrito. Libros del Asteroide es siempre un confiable compañero de aventuras. Pero…

Lo que creo que le ocurre es que el libro se me parte en dos mitades.

Hasta la mitad casi exacta, el libro avanza por unos derroteros coherentes. Se nos dibujan los personajes. Todo bien. Cada personaje tiene su mundo, su forma de hacer. Los veo, los comprendo, los podría tocar y por supuesto llego a creer –sin ser muy consciente de ello- que podría prever sus sesgos ante lo que debe de estar por venir.

A partir de la segunda mitad, empiezan a ocurrir cosas que resquebrajan esta coherencia, y los personajes con los que empezaba a compartir vida de repente actúan de formas que me incomodan.

¿Por qué Lee habla como habla y le dice a Henry lo que le dice? No lo entiendo. No lo he visto venir. Pero comprendo al autor: a veces hay que hacer un requiebro para cambiar el ritmo de una historia hacia donde tú quieres. Como quien construye una presa en mitad de un caudaloso rio para poder jugar con las aguas recogidas y mansas.

Sigo avanzando en la lectura y, para mi sorpresa y mi desconcierto, este Henry sereno y maduro, padre de familia, benévolo y cabal, reacciona ante la nueva situación como un adolescente con la secundaria recién estrenada.

No comprendo muy bien la segunda parte de este libro, y esto me mantiene hasta el final en un incómodo estado de perplejidad.  Y es curioso, pienso, pues cuando una primera novela de un autor triunfa del modo en que esta lo está haciendo suele empezar con unos capítulos dubitativos y algo rígidos, para ir asentándose a medida que avanza hacia un relato cohesionado y más atractivo. Te va enganchando como si al adentrarte en la lectura te estuviera removiendo con un cemento que primero es acuoso y líquido, pero que poco a poco va espesándose hasta atraparte.

En este caso, el cemento se me ha ido aguando conforme avanzaba la historia.

No comprendo por qué Henry reacciona como el niño malcriado que no es. No comprendo por qué y para qué se pierde Roony unas horas en la nieve. No comprendo por qué narices Henry y Lee tienen que robar un tarro de huevos encurtidos. No sé de dónde carajo sale en medio de la noche el adolescente de coche reluciente.

Es difícil hablar de cómo he vivido esta novela sin contar el final. O sea, que mejor no sigo. Pero sí puedo decir que las precipitadas escenas finales las he vivido sin salir de mi asombro, y sembrando de exclamaciones de decepción una soleada mañana de domingo.

En fin, que para mí los personajes de la segunda parte no cuadran con lo que me han contado en la primera. En la primera estoy en una novela adulta y serena, mientras que en la segunda parte me siento inmersa en una caricatura de las pelis de pandilleros -¿tipo Grease?-, y digo caricatura porque en este caso los chicos ya rondan los 30, y como que no toca.

He acabado la novela con tristeza por lo que podía haber sido y no es. Porque en verdad me gusta mucho cómo está escrita. Y porque me he sentido muy envuelta en el que para mi es el mejor personaje de toda la novela: la Naturaleza, en todo momento plena, magnífica y tan próxima.

cancionesdeamorwisc

A Nickolas Butler le diría que –a pesar de esta opinión- siga trabajando con ahínco, que también yo le seguiré leyendo con insistencia, pues lo más difícil –que es el cómo- lo tiene muy bien agarrado. Solo le recomendaría que le diera un par de vueltas más al qué, y eso parece sencillo ¿no?

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