Es mayo en Vilassar de Mar.
Ha llegado el buen tiempo, las calles y las horas se salpican de turistas y los nativos nos inquietamos.
Aquí están los temidos y deseados turistas: abjuramos de ellos, recelamos ante su capacidad para asolar hábitats, nos burlamos de la comicidad de sus calcetines blancos emergiendo de sus chanclas hasta alcanzar media pantorrilla, y, en cuanto podemos, hacemos el petate (bueno, ahora hacemos la maletita esa respingona que nos sigue obstinada y fiel) y nos vamos a hacer el turista allá donde el presupuesto nos alcance (y siempre un pelín más).
Y yo, que vivo en el bullicioso (y delicioso) casco antiguo de este pueblo de la costa, me pregunto: ¿son los turistas una inevitable plaga bíblica o es que nos dejamos turistear ante nuestra cara de marisabidillos?
Porque, ahora que estos llamativos extraños van llegando a mis calles y a mis horas, me doy cuenta de que quizás somos nosotros los que nos dejamos amilanar…
De unos pocos años a esta parte, en los aparadores de las tiendas a mi alrededor asoma el logo de “I love VdM”, que sustituye al casposo “Recuerdo de…”; los restaurantes y las tascas van colgando los cartelitos de “We speak… de todo” y empiezan a lucir coloridos posters que anuncian paella en raciones, a la vez que sacan impunemente a la calle los altavoces que socializan músicas pachangueras (aunque suene Vivaldi, sacar un altavoz a la calle pachanguea a cualquiera).
Los turistas pueden ser responsables de sus calcetines tiesos y de sus hombros churruscados, de sus miradas indiscretas escrutando nuestras obviedades y de su ritmo flotón y falto de quehacer, pero de poco más.
Yo, paseando por las hermosas calles de mi pueblo, prefiero un turista atraído por nuestra forma nativa de hacer, de vivir, de comer… Un turista que viva la aventura de integrarse en nuestro mundo, en lugar de prepararle un recibimiento prefabricado. Y sospecho, porque es lo que todos valoramos cuando salimos al ancho mar, que esto también es lo que agradecerían nuestros turistas oteadores.
La plaga bíblica… ¿no seremos nosotros mismos?
El ritmo flotón!!!
Jajajajjajajajajja
Siiiiii, jajaja, ¿no te parece que los turistas se mueven como en cámara lenta?? Van badant!