La Noche de los Museos

20. maig 2014 | mis cosas | 0 comments

De unos años a esta parte viene celebrándose en Barcelona –así como en muchas otras ciudades del mundo- la Noche de los Museos, coincidiendo con el día Internacional de los Museos (18 de mayo) y a raíz de una iniciativa promovida por el Consejo Europeo http://www.diba.cat/web/opc/18_maig. ¿Qué hacen en esta noche especial los museos que participan en esta iniciativa?

  1. Abren sus puertas al público de forma gratuita.
  2. Extienden su hora de cierre hasta la 1h de la madrugada.
  3. Organizan actividades culturales en sus instalaciones: música, lectura de poesía, danza, proyección de audiovisuales…

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Por definición, cualquier espacio que reciba el nombre de museo suscita emociones dispares y posicionadas en dos extremos opuestos: por un lado encontramos a un público devoto pero reducido, y esta característica –la de saberse minoría- hace que los devotos se crezcan en su autoestima y se sientan que forman parte de un selecto club; y por otro lado tenemos un gran número de personas que los detestan y que no tienen el menor empacho en decir que incluso los aborrecen. No hay término medio.

Pues bien, esta definición queda en entredicho durante la efímera Noche de los Museos. Es conmovedor constatar como bajo la sencilla fórmula que conjuga los 3 elementos arriba mencionados -en apariencias del todo irrelevantes frente a las maravillas que encierran los propios museos- estos controvertidos espacios dejan de ser estáticos y refractarios para la masa y se convierten en punto de encuentro de un gran número de visitantes, tanto devotos como detractores.

Pero la magia de la Noche de los Museos no radica en la gran afluencia de público que consigue congregar. Lo verdaderamente mágico es presenciar cómo los museos despiertan de su letargo y toman vida, devienen humanos. Dejan de ser fríos receptáculos llenos de objetos mudos sólo aptos para entendidos y se acercan a nosotros, nos comparten sus secretos, nos acogen, compadrean. Bajan de su altar de espacio sacrosanto y permiten que en su interior ocurran manifestaciones activas y ruidosas: suenan instrumentos, se escuchan recitales, se mueve la danza, se disparan focos de colores…

Sus empleados dejan de ser personas distantes y adormecidas y te reciben con los brazos abiertos y con emoción en sus ojos, sientes que te estaban esperando. Sonríen y comparten su conocimiento aún sin que se les pregunte, como un abuelo alimenta a su nieto con sus antiguas experiencias. Todo es tan extraño y tan catártico que comprendes que llegue el momento en que todo ello se evapore. Como en el cuento de la Cenicienta, a la 1 de la madrugada volvemos del sueño a la realidad, y los museos regresan a su estado natural, a su reducido club de devotos y a su manada de detractores empedernidos.

El resto del año los museos duermen el sueño de los perezosos.

Pero lo que ha ocurrido en las pocas horas en que ha durado este espejismo no es una nadería, lo que ha ocurrido es una pequeña maravilla. Entre el gentío y la fiesta se ha producido algo inesperado e intangible, algo que nos cuesta mucho de detectar y nos parece impreciso de definir, algo que creíamos ajeno a nosotros mismos: se ha generado, hemos generado, cultura.

¿Qué es cultura?

Decenas de personas de todo tipo y pelaje viendo las imágenes que proyecta la cabeza de un gato de grandes dimensiones a través de sus ojos de láser sobre el muro exterior del Museo del Diseño, por ejemplo. Estamos en una oscura explanada de cemento, con el suelo iluminado con caprichosas barras de neón de distintos colores, y rodeados por el sonido de la música que acompaña las imágenes proyectadas en el muro. ¿Puede haber algo más intrascendente, más innecesario? Pues tú estas allí, compartiendo con desconocidos aquello tan irrelevante que otras personas han ideado pensando en ti con la intención de hacerte sentir, de mostrarte su percepción del mundo, de acercarse a ti y de tocarte aunque sea por el brillo de una milésima de segundo. Pero tú no sabes nada de este mecanismo que te hace quedarte allí de pie. Y aquellos que han ideado el espectáculo probablemente tampoco lo saben. Ellos y nosotros nos movemos por un impulso de la emoción, y todos –unos y otros- sentimos que no estamos tan solos, que a veces el mundo no es tan arisco como parecer ser.

Esto es cultura; el resto, tan solo es arte en exhibición.

 

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