Make in off
Cuaderno de Coyoacán nació en México DF, a comienzos del año 2000. Cuando empezó a balbucear no era más que unas notas en una libreta de viaje, y también un sinfín de ideas dislocadas dispersas por varios words tecleados a razón de mis arrebatos, ya fueran estos causados por indignación, por melancolía, por miedos, por desconcierto… pero siempre vividos con un insoportable exceso de emoción.
A primeros de 2001, en la tranquilidad de Vilassar de Mar, empezó a concretarse en algo parecido a lo que es hoy. Y siguió concretándose en las muchas horas de trabajo en La Massana, sobre una mesa repleta de desorden, en una esquina del comedor improvisado y frente a un precioso ventanal sobre el valle massanenc. Muchas horas de nieve y de sol la acompañaron en sus primeros pasos.
En su primera versión era una novela dura, creo que incluso desagradable. Todo estaba demasiado próximo. Y le faltaba espacio, le faltaba paisaje. Estábamos a mediados del 2002.
En cuanto acabé de releer la primera versión me puse manos a la obra con la segunda.

Escribir la segunda versión de una novela es divertido… si te gustan las mudanzas, y a mí me gustan. En la segunda versión juegas con un material que ya existe, y lo empiezas a mover de un lado para otro, cambias todos los muebles de lugar: quitas y pones características, actitudes y escenas de un personaje a otro; añades episodios nuevos; tachas a gusto párrafos espesos y desatinados; reorganizas la aparición de las escenas; les ideas un nuevo tipo de clasificación. Mi novela no tiene capítulos, sino escenas de dos líneas argumentales distintas que se intercalan y se entrecruzan entre sí. Me hice un mapa con todas ellas para hacerme una idea gráfica del galimatías. Removí escenas de lugar, las renumeré y las reindexé. Escribí una tarjeta resumen para cada escena: historia, personajes, ubicación temporal, qué ocurre en ella… Extendí todas las tarjetas en el suelo del comedor, historia 1 en rojo, historia 2 en azul. Me alejé para ver el efecto visual que causaban: seguían desbalanceadas. Hice algunos cambios de lugar. Eliminé tarjetas…
Con todo esto -y con un par de mudanzas reales más- me merendé el 2003 y el 2004 enteritos. Entonces me enfrenté con la lectura del resultado de mi extenuante revisión. Me pareció que iba estando presentable, aunque con todas mis dudas. La verdad es que la novela había crecido y había tomado forma… pero seguía siendo una novela de primeriza.
Cuando una se siente primeriza -en cualquier cosa que haga- se siente incómoda, fuera de lugar, incluso se siente ligeramente petulante por aquello de querer meterse donde quizás no debe. Pero decidí que había que cargar con todas esas desagradables sensaciones y echar para adelante, pues la única forma de no sentirse primeriza es conseguir llevar a término aquello que por primera vez llevas entre manos.
La peiné, la acicalé y la empaqueté para presentarla en sociedad. Empecé por pasársela a algunos amigos de mi confianza técnico-literaria. Evité ponerla en manos de mi madre, pues sospeché que: 1) Le iba a costar zamparse ese mamotreto que -primeriza sí, pero tonta no- seguía pecando de demasiada pesadez y 2) Le iba a encantar, porque una madre tiene muchas virtudes, pero carece de la menor capacidad crítica respecto del trabajo de una hija.
Mis amigos me devolvieron opiniones muy positivas, no sé si porque les gustó la historia, o porque les sorprendió positivamente que yo hubiera sido capaz de montar un entramado de tal envergadura, aunque tuviera algo de infumable.
En 2005 la puse en manos de un editor de Randomhouse Mondadori en México -contactos que tiene una-, y para mi sorpresa se interesó por ella. Aprovechando un viaje que hice al DF en agosto del 2005, tuve un encuentro con el editor en cuestión. Él me recomendó algunos cambios sobre el texto (me pidió algo más de mejicanidad) y me ofreció un contrato que firmé sin el menor atisbo de duda.
Vaya, ¡que tuve que alquilarme un globo aerostático para sacar de paseo a mi autoestima!
Visto desde ahora debo aclarar que ese fue el punto álgido de mi novela: Verano del 2005. Enseguida vino el estancamiento…
Ya no recuerdo bien qué fue lo que me empujó a ello, supongo que fue la misma hinchazón del globo, pero un año más tarde contacté a la editorial en México para pedirles que canceláramos el contrato. El editor con el que había contratado ya no trabajaba allí, y me estaba resultando muy difícil obtener información sobre el proceso de publicación de mi novela. Cancelo el contrato y la publico aquí, me dije, también esta vez sin el menor atisbo de duda.
Desde entonces hasta hoy la novela ha ido de mesa en mesa, yo creo que si pudiera asomarme a mi ventana y preguntarle al mundo quién ha leído ya mi novela, este me respondería que ha sido ya un buen puñadito de personas. No pienso preguntar qué les ha parecido…
También desde entonces ha sufrido algunos cambios importantes, sobre todo de orden. En la última revisión (y van… ¡anda, ya ni sé cuántas van!) he agrupado todas las escenas en 5 grandes capítulos, por aquello de que parecía que quedaba todo un tanto deshilachado. En esta misma revisión he eliminado aún algún párrafo, creo que también alguna escena. Y por último he decidido -una vez más- que me gusta cómo está, que así se queda y que la novela vale la pena.