Esta mañana de sábado preelectoral me he despertado dando gracias a Dios, al cielo y a los legisladores de este santo país por habernos dado lo que llamamos Jornada de Reflexión. Bendito sábado. Estaba yo aún en la cama y sentía que hoy las ondas hertzianas que pululan a su antojo por el aire de mi habitación venían más tranquilas, más limpias de lo que lo hacían desde… ¡Oh, ya no soy capaz de decir desde cuándo! 

Nunca pensé, cuando empezaron a arremolinarse estas brisas, que la tormenta iba a ser tan despiadada. Nunca pensé que podríamos llegar a oír las burradas (y me parece un término demasiado benévolo) que hemos tenido que oír llegadas desde cualquier parte del ancho y populoso mundo, porque aquí se ha pronunciado hasta el penúltimo guarda del Parque del Serengeti. Y encima está lo que pueden haber dicho y lo que aquí nos cuenta que han dicho (como el famoso informe de Bruselas, que tiene una versión moderada en inglés y una algo más agresiva en español; cosas de la traducción, que un error lo puede tener cualquier, han dicho ellos).

Si no fuera porque todo esto va en serio y afecta al sentir y al devenir de personas humanas (puntualización esta de las personas humanas que esconde más miga de la que parece), hasta sería muy divertido. De hecho, el nivel de creatividad y dominio del absurdo mostrado por todos los burranderos ha sido inconmensurable. Que se lo digan a los guionistas del Polonia, que les han dado el trabajo hecho semana tras semana, aburridos están de no tener que estrujarse los sesos de la guasa.

En mi emoción por la calma sobrevenida he pensado “Qué bien, mañana votamos y este despropósito se habrá acabado”. Pero no he tardado en caer en la cuenta de que esto no acaba aquí, nos queda locura para rato. Y entonces este magnífico día de hoy -que lo será ya aunque caigan ranas del cielo, aunque se estropee el desagüe del fregadero, aunque se acaben las pizzas en el super…- ha resplandecido aún más en todas su inesperada identidad.

He pensado que este día de hoy es tal cual como estar en el ojo del huracán. Hoy e incluso un poquito mañana, hasta las 8h de la tarde. Luego enseguida volverán a arreciar los vientos del desatino, y tendremos que volver a colocar los parapetos en puertas y ventanas si no queremos que se nos lleven las barbaridades que caerán de nuevo a raudales sobre nuestras despavoridas cabezas.

Todo esto pensaba yo aún en la cama, muy prontito esta mañana, y tan contenta estaba que me he sacudido las sábanas de encima y he venido corriendo aquí para contártelo.

¡Que tengas un muy feliz día del ojo de huracán!