Anoche, en los jardines de Can Bisa, estuvimos oyendo hablar de Shakespeare y luego oyendo hablar a Shakespeare. Y fue un verdadero lujo de verano.

El verano está lleno de lujos, la vida está llena de lujos. Es una encadenación de lujos constantes. Tantos, que vivimos sin verlos. Imposible apreciarlos.

¿Para cuándo una lupa de ver lujos? ¿Una app para detectar lujos a pesar de la oscuridad?

Y esta mañana me despierto temprano y aún con el ánimo sereno tras celebrar el mensaje de Shakespeare: la humanidad está aquí, potente, compleja, poliédrica; no precisa del consuelo de un más allá para existir en el hoy.

La radio, en la cocina, me dice que en Niza ha habido un atentado. Más de 80 personas muertas. La cafetera humea mientras llena mi taza de café. En la tostadora, el pan salta apurado por el temporizador. Un hilo de aceite dorado dibuja espirales sobre el pan tostado.

En la ventana, la luz tenue del sol me invita a alzar este nuevo día.

Claro que sí, podremos con él. Seguiremos aquí plantados en este mundo de lujos que no sabemos ver, y de horrores que nos nublan la razón.

¿Dónde estás hoy, Shakespeare? ¿Dónde está esta potente humanidad?