Son las 15.30 del mediodía, vengo de trabajar. En realidad ya es la tarde, pero para mi es mediodía, no en vano es a esta hora cuando mi día se parte en dos.
Abro la puerta de casa y veo toallas colgadas en la baranda de la escalera, tablas de skimboard apoyadas contra la pared del recibidor, mochilas y pelotas de fútbol a punto de deshacerse de tan usadas. Las ventanas abiertas, delante y detrás, dejan correr el terral que nos refresca y que cierra la puerta detrás de mí pegando un tremendo portazo.
– ¡Hola! ¡Soy el Verano, ya estoy aquí!
– Hola, Verano, encantada de reencontrate, un año más.
En el comedor, cinco chavales jóvenes, dos de ellos mis hijos, el resto amigos suyos, sentados a la mesa, los platos ya vacíos, y viendo una serie en el televisor a toda voz.
Han cocinado, han comido y me han dejado un plato servido para mí en la mesa: arroz de latas de chipirón en su tinta. 🙂
¡Bienvenido verano!
….y estaba mi hijo por casualidad?
Pues este día no estaba tu hijo, lo eché de menos 🙂