Estuve viendo danza en el Mercat de les Flors, ya hace unos días. Nippon Koku, de la Compañía Nacional de Danza. ¿La habéis visto?

Curioso espectáculo, pues no hace concesiones al espectador, nada de amabilidades: desde el minuto 1 te deja claro que perdiste tu opción de quedarte en casa, o de irte a otra parte con tu mundo happy.

Sobre el escenario, presenciamos el devenir de un grupo de militares, suponemos que altos mandos, en un lugar de descanso o de convalecencia. Imaginaos que están disfrutando de un merecido reposo en algún sanatorio de entorno bucólico. En su pasividad, se entretienen observándose entre ellos, manipulándose unos a otros… Dirías que su goce está en provocar el desquicio del compañero. Y lo hacen como si no pudieren evitarlo, como si siguieran el impulso de un oscuro mandato.

La obra es sórdida, a momentos siniestra, casi siempre jeroglífica -esto último no es raro en la danza-. Es obsesiva y claustrofóbica. Te resulta difícil -¿imposible?- eludir la sensación de que los personajes quiere decirte algo, de que te están diciendo algo importante, pero no puedes oírles. Están solos en su desesperación. Y te hablan a través del movimiento, pero también a través de la música y de los sonidos que se te abalanzan, a momentos ensordecedores, a momentos irritantes; percibes que también tú podrías llegar a enloquecer.

No sé si os habría gustado, quiero pensar que sí. Porque si bien es sórdida y obsesiva, también te conmueve con una poesía arrebatadora, casi dolorosa. Te transmite el miedo latente que exhibe cualquier autoritarismo. Y sientes de forma punzante el alivio por no estar ahí; sientes el alivio por la libertad, por nuestra libertad.

Si os apetece ver una pequeñísima muestra… Nippon Koku

Y hasta aquí la crónica de una profana de la danza. No me hagáis mucho caso, ya sabéis cuán personal es esto de las crónicas… ¡Con deciros que mientras yo sufría y vivía en mi asiento, el tipo de detrás roncaba con la placidez de un bebé recién bañado!